Distinguimos tres etapas en su producción
poética: la poesía anterior a la Guerra Civil, la de los primeros años de la
posguerra y la poesía de senectud.
A la primera época corresponden
los poemarios Pasión de la tierra, Espadas como labios y La
destrucción o el amor. Son versos que expresan el ansia del poeta de fusión
con la naturaleza. Esta pasión por la tierra se concreta en la abundancia de
vocablos del mundo mineral, vegetal o animal, así como en las imágenes cósmicas
y telúricas. El poeta canta a la materia (la tierra, el mar, el sol, el viento,
las plantas, las rocas, los animales), única realidad existente en la que el
hombre se encuentra inserto. Formalmente, ese materialismo místico se expresa
por lo general en versos libres muy influidos por el Surrealismo.
Tras la Guerra Civil publica dos
importantes obras. En Sombra del paraíso evoca desde la angustia
presente el paraíso anterior a la aparición del hombre en la Tierra, la pureza
primigenia. Historia del corazón supone la rehumanización de su poesía: el
poeta se reconoce en los demás y el ser humano pasa a primer plano, desplazando
a la naturaleza. Son claves los conceptos de solidaridad, esfuerzo,
colectividad. La poesía recobra una dimensión temporal y se aleja de la
atemporalidad cósmica.
En la poesía de senectud aborda
con serenidad el tema del fin de la vida. Concibe la muerte como integración en
el cosmos. Ante el hecho de la muerte, no hay angustia, ni trascendencia
religiosa, sino sobria aceptación. Formalmente, abundan en esta etapa los
poemas sentenciosos, concisos y de tono filosófico.
PISADA HUMANA
Esa huella no es beso.
No es tampoco un gemido, un sollozo, una huida,
un testimonio vivo que alguien deja.
Es la huella de un pie: ¡pisada humana!
El pie o la flor, el pie o la espuma, el pie o la gravitación
total que pesa y cruje.
Allí en la huella, la suavidad de la planta. Allí la finísima
estructura calcárea,
la delicadeza del pétalo, los cinco dedos que un momento
reunidos compusieron la flor, volaron. Ahí se miran.
Allí la rosa carne que tembló en la arena,
pulsó: vibró el mundo; alejóse.
Allí todavía el pie desnudo, impreso como un beso a la
tierra.
Allí la forma esbelta que se levantó con raíz instantánea
y un momento se abrió en un cuerpo y dio su olor, y se
desvaneció.
Brilló con flor arriba, con locura suave...
Allí cabeceó, criatura justa que hubo nacido, crecido,
brillado, desaparecido,
en el momento irrepetible de la pisada.
No es tampoco un gemido, un sollozo, una huida,
un testimonio vivo que alguien deja.
Es la huella de un pie: ¡pisada humana!
El pie o la flor, el pie o la espuma, el pie o la gravitación
total que pesa y cruje.
Allí en la huella, la suavidad de la planta. Allí la finísima
estructura calcárea,
la delicadeza del pétalo, los cinco dedos que un momento
reunidos compusieron la flor, volaron. Ahí se miran.
Allí la rosa carne que tembló en la arena,
pulsó: vibró el mundo; alejóse.
Allí todavía el pie desnudo, impreso como un beso a la
tierra.
Allí la forma esbelta que se levantó con raíz instantánea
y un momento se abrió en un cuerpo y dio su olor, y se
desvaneció.
Brilló con flor arriba, con locura suave...
Allí cabeceó, criatura justa que hubo nacido, crecido,
brillado, desaparecido,
en el momento irrepetible de la pisada.
ADOLESCENCIA
Vinieras y te fueras dulcemente,
de otro camino
a otro camino. Verte,
y ya otra vez no verte.
Pasar por un puente a otro puente.
—El pie breve,
la luz vencida alegre—.
Muchacho que sería yo mirando
aguas abajo la corriente,
y en el espejo tu pasaje
fluir, desvanecerse.
de otro camino
a otro camino. Verte,
y ya otra vez no verte.
Pasar por un puente a otro puente.
—El pie breve,
la luz vencida alegre—.
Muchacho que sería yo mirando
aguas abajo la corriente,
y en el espejo tu pasaje
fluir, desvanecerse.
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