Guillén ha sido considerado el
más fiel representante dentro de los poetas del 27 del ideal de la poesía pura.
Y desde luego lo es, si atendemos al alto nivel de exigencia estética, el rigor
en la composición y el elaborado lenguaje de sus versos.
En la poesía de Guillén
advertimos una evolución. En Cántico el autor da cuenta de un mundo
perfecto, de una armonía esencial, y exalta jubilosamente el mundo natural
donde se alcanza la plenitud del ser. La exaltación vital se manifiesta también
en su preferencia por la primavera o por los momentos luminosos del día.
La vitalidad de Cántico tiene su
continuación en Clamor, pero el mundo bien hecho de aquel ya no está
ahora tan bien hecho: hay guerras, miserias, dolor, opresión... Ahora bien, en
ningún momento cae el poeta en la angustia o desesperación: pese a las
dificultades del mundo, mantiene incólume su fe en la vida.
En Homenaje tampoco están
ausentes los latidos de la vida contemporánea y las composiciones revelan la
presencia del poeta en el mundo en convivencia con los semejantes.
Y Otros poemas nos muestra a un
Guillén que observa el mundo moderno con escepticismo irónico y que se enfrenta
a las agresiones de la sociedad contemporánea.
Por último, en Final medita sobre
el paso del tiempo y el triunfo de la poesía sobre este, mientras plantea con
serenidad los de temas de la vida, la muerte, el destino...