Contaba con 13 años cuando pude adentrarme por primera vez en el Museo
del Louvre. Sus largos y enormes pasillos eran un laberinto. Me
intimidaban, así que decidí no separarme del lado de mis padres para
admirar los cuadros que había estudiado en clase de historia con la
señorita María Fernanda y de los que sabía prácticamente todo, o al
menos, eso creía. Al girar por una esquina llegamos a una sala enorme
con una escalera al fondo que se abría a ambos lados, y en el centro, la
escultura más admirable que jamás he contemplado. Con sus alas
abiertas, en una pose que emula elevar el vuelo, saltar a la libertad,
transportarte a otro mundo: la Victoria de Samotracia. La había visto miles de veces en los libros del colegio, pero no fue hasta ese momento cuando la descubrí realmente.
Diana González Gasull (http://elviajero.elpais.com/)
ACTIVIDAD: Describe la figura de la Victoria de Samotracia.
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Victoria de Samotracia, Museo del Louvre
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