El diario de otra Ana Frank, El País, 20 de octubre de 2004
El diario de otra Ana Frank
Se publican las notas de una adolescente holandesa asesinada por los nazis
Helga Deen, una
adolescente holandesa de 18 años asesinada con sus padres y hermano por
los nazis en el campo de concentración polaco de Sobibor,
se ha convertido en la más reciente cronista del Holocausto. Arrancada de su
hogar en Tilburg, al sur de Holanda, el 1 de abril de 1943, el diario que escribió antes
de morir -descubierto ahora en un archivo regional de los Países Bajos-,
refleja la desesperación provocada por una situación que ella misma calificó de
indescriptible. A pesar de que sus notas, escritas en su libreta colegial de
química, suman 20 páginas escasas, su valor como documento histórico es comparable al diario de Ana Frank.
Las diferencias, de todos modos, son notorias. Ana Frank tenía 14 años al final
de su vida y estuvo escondida en una
casa de Amsterdam con su familia hasta que una delación les llevó a un
peregrinaje macabro que acabó en el campo de concentración germano de
Bergen-Belsen. Como ella estuvo casi dos años recluida antes de fallecer, sus
vivencias y el estilo con que las plasmó es más literario. Su última página se
cierra abruptamente al ser descubierta.
Helga Deen estaba terminando sus estudios de secundaria cuando la llevaron a
Vught, un campo de concentración en territorio holandés considerado de tránsito
por los nazis. Helga tenía además un novio, Kees van den Berg, al que le
escribió al menos cinco cartas. Las misivas y el propio diario fueron sacados a
escondidas del campo.
Su relato comienza
el 1 de junio de 1943, dos meses después de haber sido encerrada junto con
otros judíos en el barracón 34B. Al
principio, todo parece ir relativamente bien. "Cariño, hasta
ahora no hay mayores problemas. Ocupo una litera de tres pisos y, desde la
ventana, veo árboles, pájaros, el cielo azul y alguna nube", le cuenta a su novio. Una imagen borrada
apenas dos días después por la realidad del confinamiento en grupo. "Qué desesperación. Todo es horrible.
Las crisis de histeria a mi alrededor, la falta de disciplina... Y el
ruido", admite. La joven, que vivía con su familia la tranquilidad de una
existencia anónima en una ciudad pequeña del sur de Holanda, se refería a la
descarnada lucha por la supervivencia
de todos en la prisión.
El 6 de junio,
Helga incluye uno de los términos más temidos por los prisioneros de los campos
de concentración, transporte.
Transporte hacia los campos de concentración propiamente dichos abiertos
por el régimen nazi en Alemania y Polonia y de donde muy pocos regresaron.
"Es demasiado. Estoy deshecha. Y mañana aún más. Yo quiero, quiero, porque
cuando mi felicidad [siguen unas líneas ilegibles] y mi voluntad perezca
desapareceré yo también. Esto es imposible de olvidar". El día en que
Helga hace estas anotaciones, y el siguiente, 1.300 niños fueron sacados de Vught con destino a Sobibor y
Auschwitz, en Polonia. Helga esperaba ser escogida para los trabajos forzados en fábricas holandesas impuestos por sus
captores a los judíos más sanos. En su caso, debía ir a la casa Philips para
hacer "una prueba". La cita era el 2 de julio, pero la víspera supo
que estaba en una lista mucho más urgente, la del transporte. Antes de ser
deportada a Sobibor, escribió algo tan poético como trágico. "Todos los días vemos la libertad tras
el alambre de espino que nos encierra".
En su última
carta se presenta como una emigrante sin patria. Y también define el horror que ha
vivido con las mismas palabras que hoy acuden a la mente al recordarlo.
"Lo que he pasado estos meses es indescriptible y, para el que no haya
estado aquí, inimaginable".
La próxima
semana, el archivo de Tilburg, que recibió el diario
de Helga Deen de parte del hijo del novio de las cartas, lo presentará en
sociedad en una jornada anual de puertas abiertas. Para los historiadores queda un testimonio íntimo, a la vez que
universal, del dolor de la guerra.
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